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Más allá del fraude o la broma, Milli Vanilli reclama la verdad de su historia tres décadas después

Fab Morvan posa delante de una foto del actor que le encarna a él (izda) y a Rob Pilatus en la presentación de la película en Madrid

Elena Cabrera

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“La vida va de crecer, evolucionar y aprender” dice Fab Morvan en un salón de un hotel madrileño con vistas a la Gran Vía. Lo afirma como parte de una larga digresión a lo que fue una pregunta directa: ¿le entristece hablar de Rob Pilatus, su compañero en Milli Vanilli fallecido por sobredosis en 1998 sin poder superar el trauma del fracaso mundial que supuso el desenlace del grupo? Pero la vida tampoco va de respuestas cortas y sencillas.

Fab Morvan está en España para la premiere de la película de Simon Verhoeven Milli Vanilli: Girl You Know It’s True (estreno en cines el 27 de marzo) y, esa noche, cantará la canción que da título al filme delante de la pantalla del cine, un gesto extraño e innecesario pero que de alguna manera forma parte de la penitencia que viene sufriendo desde la rueda de prensa del 20 de noviembre de 1990 en la que Pilatus y él admitieron que no cantaban las canciones de Milli Vanilli, pero que eran capaces de hacerlo.

Su disco All or Nothing fue una bomba mundial en 1988, vendiendo ocho millones de copias. Fue un hype meteórico que convirtió a dos bailarines, uno francés y otro alemán, en dos arrebatadoras superestrellas del pop. La fantasía duró apenas dos años. El público no tardó en conocer que el productor alemán Frank Farian, diseñador a su vez de otro producto de éxito como fue Boney M, había construido otra manufactura de su factoría, aprovechándose de la imagen de dos veinteañeros. En ese momento, MTV había apuntalado una industria musical donde la imagen era lo principal.

Fab Morvan activa la máquina del tiempo y ya no está en la Gran Vía sino en la casa de Frank Farian en Fráncfort, hace 37 años. La película de Verhoeven también funciona como transportador en el tiempo, pues una recreación de esa escena la hacen asimismo los actores Tijan Njie (Rob Pilatus) y Elan Ben Ali (Fab Morvan), estremecedoramente similares a los músicos que interpretan.

“Confiamos en que Frank Farian nos tratara como artistas y nos diera una oportunidad normal. Pero nos dijo: ‘no vais a cantar’. Firmamos un contrato sin que lo viera un abogado, no sabíamos nada sobre la industria de la música. Además, estaba en alemán y yo soy francés. Le pregunté a Rob: ‘¿está bien?’ y me dijo que sí, que genial, que podíamos firmar”, recuerda Morvan sobre aquel día que les sentenció para siempre. Recibieron dinero en concepto de adelanto y gastos. Confiaron en que esta situación sería solo para el primer single. 

“Cuando llegó el momento de decir, oye, vamos a cantar, nos dijo: ‘no, no, no vais a cantar’. Le dijimos que nos íbamos y nos dijo: ‘devolvednos el dinero’. El dinero no es gratis. Entonces, ¿cómo le pagas? Nos dijo: ‘haced lo que os digamos y cuando hayamos recuperado nuestro dinero, podréis iros’. Pero no sabíamos que habíamos firmado un contrato por tres álbumes”, afirma. Solo salió el primero de ellos, con Fab Morvan y Rob Pilatus en la portada, y otros músicos como Charles Shaw, John Davis y Brad Howell a las voces y los instrumentos. “Eres joven, estás emocionado, lanzas el primer single y dices, guau, todo el mundo te quiere”, admite.

Los padres de Morvan estaban divorciados e intentaba ganarse la vida en otro país. Los de Pilatus le habían dado en adopción y no se sentía querido. “Cuando sientes el amor de los fans, es adictivo. El estilo de vida es adictivo”, admite Morvan para explicar porqué no pararon la creciente bola de nieve que les llevaría a ganar un premio Grammy y devolverlo al poco tiempo. “Cuando eres joven, ¿qué sabes? No sabes nada. Simplemente... no piensas en las consecuencias. Simplemente tomas decisiones sin pensar”, añade.

Milli Vanilli: Girl You Know It’s True es algo más que una película: es un ajuste de cuentas. La historia ha maltratado a Milli Vanilli, situando su memoria a mitad de camino entre el fraude y el chiste. Tanto el biopic como el documental que Paramount+ estrenó el año pasado (Milli Vanilli, el mayor escándalo del mundo de la música, dirigido por Luke Korem) están realizados con la intención más o menos declarada de corregir la memoria colectiva y arrojar luz sobre la responsabilidad de Rob Pilatus y Fab Morvan en ese invent que fue Milli Vanilli. A pesar de todo, Fab no quiere colocarse en el lugar de víctima, sino que habla de “errores”.

“Sí, fuimos engañados pero tengo una responsabilidad que asumir”, admite, explicando que ha tenido que pasar por años de terapia, trabajo y reflexión para llegar a este punto en el que está en paz y feliz con su vida. Con el pasado asumido. “Aprendí inteligencia emocional, qué pasos debía dar para mejorar y recuperar mi autoestima”. Un proceso que su compañero Rob no pudo hacer. “Aunque entraba en rehabilitación, no pudo conseguirlo, era demasiado adicto y abandonó nuestro sueño original, que era convertirnos en cantantes, autores y artistas. Creo que cuando el amor dejó de llegarle, fue como si le rompieran el corazón. Así que murió con el corazón roto, en realidad”.

La rueda de prensa del 20 de noviembre de 1990 puede verse íntegra en YouTube y merece la pena hacerlo, tanto para observar cómo reaccionaron ellos cuando decidieron contar la verdad, “punto por punto”, insistió Rob Pilatus, como para escuchar el tono con el que los periodistas se dirigieron a ellos. Morvan recuerda que la prensa en Estados Unidos fue muy agresiva: “Los medios mataron mi imagen, mataron mi personalidad. Dijeron: ‘son tontos, no tienen talento, no pueden cantar, son estúpidos’. Hacían bromas sobre Rob intentando suicidarse. Estados Unidos es duro. Aunque llegamos muy arriba, nos destruyeron”, recuerda.

“El juramento del periodista ante la sociedad es investigar”, recrimina Morvan y apunta que solo se hizo “parcialmente”. Solo se les fiscalizó a ellos. “Fuimos un chivo expiatorio. Ellos [el sello y el productor] ganaron 250 millones de dólares en dos años solo en Estados Unidos y luego, cuando llegó el escándalo, se evaporaron”. 

“Si comparas matemáticamente lo que obtuvimos nosotros con lo que obtuvieron ellos, es una broma. Hasta ahora, durante 35 años, cuando mi cara aparece en el disco, no obtengo nada. Nothing, niente, nada [en español]. Nada de nada. Es una locura. Pero no puedo volverme loco por eso porque he aprendido a perdonar”, dice.

El hombre que les hizo firmar el contrato ha muerto hace apenas dos meses, unos días después del estreno de la película en su país. Tenía 82 años. “En Alemania, Frank Farian era un dios, uno de los más grandes. Vendió más de 800 millones de discos. Hasta hoy, no hay mucha gente que pueda hacer eso. Creo que tomó la decisión consciente de vivir su sueño al máximo y no le importaron los seres humanos que iba a utilizar para alcanzar su sueño”, dice Morvan.

Según recuerda el músico, el creador de Boney M “no estaba contento” con la película porque había algunas cosas en ella “que le molestaban”. El filme no le sitúa en buen lugar, más bien construye un personaje con talento, sí, pero también avaricioso, insensible y codicioso. “Pero, al final, le encantó la película. Conseguimos el premio a Mejor Película del festival de Cine Bávaro [cuatro días antes de su muerte] y eso a él le gustó. Al final, era un tipo de persona distinto. Cuando envejeces, también olvidas cómo eran las cosas. En la película no se le presenta como un personaje agradable pero se ve que tiene sus motivaciones. Y en el filme, Matthias Schweighöfer hizo un buen trabajo”, señala sobre el actor que le encarna, que el año pasado trabajó también en Oppenheimer.

La película introduce un nuevo personaje en la historia, hasta ahora poco conocido. Es el de Ingrid Segieth, a la que apodaban Milli. Según el filme, fue ella quien los descubrió mientras bailaban en una discoteca. Fab Morvan señala que es una licencia narrativa de la película y que fueron ellos los que buscaron a Frank Farian. Según el guion, el apodo de Segieth se convirtió en el nombre del grupo porque estaban comiendo helado de vainilla mientras daban vueltas al nombre del grupo. Las crónicas recogen, en cambio, que no era más que un chiste en torno a la rima del apodo. Ingrid Segieth es una de las productoras asociadas de la película, circunstancia que da pistas sobre su protagonismo. Morvan admite que es un personaje controvertido.

“Aparece como productora tal vez porque aportó mucha información”, explica el músico. “Ella embellece ciertas cosas para ponerse a sí misma en el centro de la historia”, dice con tiento. Por ejemplo, señala con incredulidad que ella solía decir que Rob era como su “hijo”. En cambio, en la película, se acuesta con él. “Si eres como su madre entonces ¿eso que es? ¿Incesto? ¿De qué estás hablando?”, se pregunta. “Ingrid iba a ser la esposa de Frank pero nunca se casó con él. Aun así, siguió trabajando para él pero no creo que estuviera muy contenta con el hecho de estar ahí para él. Ella lo apoyó. Pero cuando llegó el éxito, él empezó a salir con mujeres más jóvenes. Y luego ella se casó con él mejor amigo de él”. “Uh huh”, exclama Fab tras dar estas escabrosas pinceladas personales.

Fab Morvan vive en Ámsterdam y es padre de cuatro hijos. Sentado junto al cristal que filtra la luz de la calle principal de la capital, a primera hora de la mañana, se presenta impecablemente vestido, con un elegante traje azul abotonado hasta el cuello, con las mismas hombreras que caracterizaban su look hace tres décadas. Es como si su estilo fuera tan personal que nunca le hubiera abandonado, o como si volviera a estar de moda. Vuelve a tener el pelo largo, trenzado. Esta mañana lo tiene recogido. Tiene los ojos grandes y una mirada expresiva y clara. Observa directamente al interlocutor al hablar. Está centrado en el momento y tiene el poder de convertirse en una ventana que no es otra cosa que la puerta de entrada a la máquina del tiempo.

Mi objetivo con la música es decirle a los jóvenes: si firmas un contrato, asegúrate de tener un abogado y de que los números sean correctos para no quedar atrapado por el resto de su vida. Si puedo salvar a alguien de cometer esos errores, aquí estoy

Fab Morvan Milli Vanilli

“He aprendido lo importante que es la salud mental en la industria musical”, concluye Fab Morvan. “No se hablaba de inestabilidad mental cuando le pasó a Rob. Yo no lo supe hasta más tarde, sabía que algo andaba mal pero no se hablaba de ello, era una especie de tabú. No hablábamos de depresión, todo era espectáculo, glamour. Todo es feliz. Entretienes a la gente, pero eres un ser humano y algunas de esas cosas te afectan. Y antes de que te des cuenta, no te sientes bien. Y para olvidar lo que sientes, te medicas. Algunas personas lo hacen por vía farmacéutica y otras lo hacen con drogas y alcohol. Yo lo hice a través de la meditación, el ejercicio y la autoconciencia porque cuando pasas a través del dolor, cuando sales al otro lado, tienes una comprensión real de quién eres”.

“Mi objetivo con la música es elevar, inspirar, decirle a los jóvenes, oye, no cometas ese error. Si firmas un contrato, asegúrate de tener un abogado. Asegúrate de que los números sean correctos para no quedar atrapado por el resto de su vida. Esto es algo que sigue sucediendo. Así que, si puedo salvar a alguien de cometer esos errores, aquí estoy”.

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